Por primera vez desde la década de los 90 la clase media a nivel mundial retrocedió debido a la pandemia. Casi dos tercios de los hogares sufrieron una pérdida de ingresos, según un estudio del Centro de Investigación Pew, con sede en Estados Unidos, basado en datos del Banco Mundial.
En el Ecuador, la clase media en el 2020 se redujo en 6,6 puntos porcentuales, según un estudio de Roberto Castillo, exdirector del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), experto en pobreza y estadísticas laborales.
En su análisis tomó los rangos de clasificación de la clase media global que, según el Banco Mundial, son las personas que ganan entre USD 10 y USD 50 por día.
Cruzó esta información con los resultados de la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo y el resultado es que un millón de ecuatorianos que hasta el 2019 se encontraban en la clase media, para diciembre del 2020 se convirtieron en parte de la población vulnerable. Es decir, con ingresos de USD 4 a 10 diarios. La clase media pasó de seis millones de personas a cinco millones.
La vida de Daniela Ricaurte transcurre ajena a las estadísticas, pero es parte del grupo golpeado. Desde diciembre del 2019 está desempleada. Ha tenido trabajos que duran uno o dos meses, pero ninguno se acerca a los USD 1 500 mensuales que ganaba antes. La falta de recursos ha hecho que su nivel de vida cayera. “Antes salía a comer, a pasear, me compraba rompa. Pero ahora, sin trabajo, me concentro en pagar los gastos esenciales”.
Entre estos, ella destina cada mes USD 80 a un seguro de salud, ya que se quedó sin el seguro social. “En este tiempo de pandemia, tener un seguro de salud no es un lujo, sino una necesidad, porque tampoco me puedo quedar en el aire”. Para lograr cubrir sus gastos, ha recurrido a labores que no tienen nada que ver con su profesión como la venta de pasteles y el cuidado de mascotas.
“Es frustrante que después de todo el esfuerzo que he hecho para estudiar no haya empleo o, como me pasa muy seguido, me digan que estoy sobrecalificada”. Ella tiene una maestría en periodismo que hizo en Madrid, en España.
Para Castillo, autor de estudio, la situación de Daniela ejemplifica una realidad de la clase media: “es la que paga impuestos y no disfruta de los beneficios del Estado”.

Jaime Cruz es un ingeniero en sistemas. Tiene dos hijas de 7 y 13 años. Ambas estudian en una escuela particular. Paga impuestos, pero tampoco es usuario de la salud pública. Desde septiembre del 2020 está sin trabajo, cuando la empresa donde laboró cinco años se acogió a la Ley Humanitaria y cerró. Cuenta que recibió una liquidación muy pequeña y que no le permitió emprender. “Yo tengo 43 años, a mi edad no es tan fácil encontrar empleo porque tengo dos maestrías y sé dos idiomas”. Él pasó de ser empleado a dar servicios profesionales y facturar. Desarrolla aplicaciones para que los negocios pequeños y medianos puedan vender por Internet.
A finales de marzo, el Gobierno anunció bonos para las familias pobres y en extrema pobreza y el pago de un bono para exfuncionarios desempleados. Un plan de ayuda concreto para la clase media no se ha presentado, pero el Gobierno espera contar en los próximos meses con un desembolso de USD 200 millones de parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que será destinado para la recuperación del empleo y reducción de la desigualdad. Según el INEC, la desigualdad, medida por el índice de Gini, creció en 2,7 puntos en el 2020. Pasó de 47,3 a 50.
A escala mundial, el retroceso de la clase media marca el fin de un patrón de 30 años en reducción de la desigualdad, sobre todo por el rápido crecimiento de economías en desarrollo como China e India.
En Ecuador, en cambio, Castillo explica que la reducción de ingresos en la clase media comenzó en diciembre del 2016 con las diferentes crisis, como la caída del petróleo, la paralización de octubre del 2019 y la pandemia, en la que se ha reducido el consumo y ha aumentado el desempleo.
Carolina Falconí es ingeniera comercial con estudios en Francia. Desde enero pasado se encuentra desempleada. Mientras busca empleo se dedica a cuidar de su hija de cuatro años y asiste a cursos gratuitos que dan las universidades. Así ha actualizado sus conocimientos en liderazgo, finanzas y marketing digital.
La falta de un salario le ha obligado a privarse de gastos como comer fuera de casa o comprar juguetes para su hija. Con su liquidación pagó unas deudas de las tarjetas; y con el banco logró reducir la cuota de un préstamo. Pero cada mes debe buscar cómo conseguir dinero para aportar en el hogar, ya que solo su esposo trabaja. “Tengo unos amigos que están mal, igual que yo, y hemos pensado importar cosas y vender, pero es mucho riesgo”.
Fuente: https://www.elcomercio.com
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